Cuando se escuche el primer pitazo del árbitro poniendo en marcha la temporada 2022 del fútbol pampeano, la pelota lucirá desorientada, mirando para todos lados, tratando de encontrar en algún rincón a uno de esos distintos, especiales, uno de los que nunca la maltrató, uno que desde pequeño supo que le sería más fiel si la acariciaba que si le pegaba, uno de los que siempre tuvo claro que el resultado de un partido no era que una circunstancia, que lo sustancial estaba en las formas de conseguirlo.

Sin embargo, por más que lo busque ya no lo encontrará, quizás tampoco ella esperaba una decisión así, porque todavía tenía mucho para dar dentro de una cancha, pero bueno, así son las cosas, y casi como “sacando la galera” un pase “riquelmeano”, como si le extirpara el balón a un rival con una precisión quirúrgica o quizás como en un partido cualquiera, sin siquiera levantar la voz sentenció un sorpresivo ME VOY. Siga leyendo la opinión en ver más . . .

Desde ya, vale la pena recordar que su plena juventud no se condice con los años de carrera futbolística, porque desde que apareció en la primera de su Ferro querido, siendo un adolescente obligado por la vida a madurar muy rápido, con su figura desgarbada, de piernas largas, de incomparable talento e ideas claras, es que se entiende la decisión colgar los botines.

Seguramente en estos largos tres lustros pasó momentos tristes, se tragó lágrimas por algún fracaso, pero fue un ganador nato, tanto dentro como fuera de la cancha, respetado por propios y extraños, por compañeros y adversarios, nunca usó excusas, no precisó recriminar un fallo arbitral, pegar una patada artera o reventar una pelota a la tribuna, siempre tuvo un recurso futbolístico al alcance de la mano, por eso HEBER PEDERNERA, la pelota, el fútbol y los futboleros TE VAMOS A EXTRAÑAR.

¡Gracias y buena vida!